Cartel: Javier Solchaga

Programa: 

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Lucifer, Drácula, Frankenstein…, los fantasmas, casas y castillos encantados han sido personajes y escenarios recurrentes a lo largo de la historia del cine continuamente recuperados y reinterpretados hasta hoy mismo. El suspense y el terror sicológico también hunden sus raíces en el primer cine y de todo ese compendio vinculado a una de nuestras emociones básicas, el miedo, pudimos ver una buena muestra este verano en Uncastillo, desde pequeñas piezas primigenias a emblemáticas películas que han definido al género.

Como apuntaba nuestro colaborador Íñigo Tobes en la presentación del programa de mano, “la leyenda del cine es tan increíble que el día en que Nosferatu llegó a las pantallas, tan siniestro y perturbador, el público creyó que era de verdad. Aquellas orejas en punta, los colmillos afilados, los dedos alargados como sombras… ¡Max Schreck no podía ser un simple actor! Más aún con aquel apellido, que no podía ser casualidad, y que quería decir “terror” en alemán. Los espectadores no lo dudaron: el hombre al otro lado de la pan- talla era, ¡un vampiro!”.

Pero no fue el vampiro de Bran Stocker (al que, por cuestiones de derechos, hubo que cambiarle el nombre en la película) quien abrió las XIX Jornadas la tarde del viernes 12 de julio, sino otro ser también terrorífico e ideado en este caso por una joven escritora, Mary Shelley, su Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), quien ocupó las paredes de la sala de exposiciones de la Lonja Medieval. Era una selección de talludas imágenes de la exposición integrada en “Frankenstein resuturado”, proyecto del escritor bilbaíno Fernando Marías Amondo con ocasión del bicentenario de la obra literaria y que comprende la edición de un libro homónimo (Alrevés Editorial, 2018) con una nueva traducción al español de la obra de Mary Shelley realizada por Lorenzo Luengo, acompañada de dos propuestas musicales, 21 relatos y 21 ilustraciones, imágenes reproducidas en gran formato en una exposición que, en parte, pudimos disfruta hubiese vivido las 20 décadas transcurridas desde su nacimiento oficial hasta hoy? Y para realizar ese viaje nada mejor que el propio impulsor de la criatura, Fernando Marías, quien nos presentó el proyecto, el libro y la exposición. Un arranque de lujo que disfrutamos como siempre entre aperitivos regados con excelentes vinos de la bodega de Cariñena Corona de Aragón.

Esa noche iniciamos las proyecciones en el pabellón municipal con una película que también puede decirse que ha creado género, ese que transita entre el suspense, el terror y la comedia, la deliciosa El legado tenebroso (The Cat and the Canary) de Paul Leni (EEUU, 1927), a la que puso música Lord Sassafras, Dj word-electrónica, construyendo una divertida e intrigante banda sonora en la que el sonido del aleáis (una suerte de theremin) parecía especialmente inventado para la ocasión. La presentación de la película también fue poco convencional: una pieza audiovisual de Tasio Peña (autor como cada año de las cortinillas de las Jornadas) que nos introdujo en la vida de Paul Leni y en la historia del filme.

La sesión especialmente dedicada al público fami- liar e infantil abrió la mañana del sábado en el Salón San Miguel, con un elenco de cortos del primer cine realizados por George Méliès entre 1897 y 1903 (El castillo encantado. El diablo en el convento, Las 400 farsas del diablo, El caldero infernal), los hermanos Lumière (El esqueleto hip-hop, 1897), y el aragonés Segundo de Cho- món (El espectro rojo, 1907). A todos les puso banda sonora un joven pianista zaragozano que se inicio en estas lides con nosotros hace dos años, Daniel Matute.

La sesión para los más jóvenes la cerró José Luis Lozano, un maestro del traste que con su guitarra, ukelele y otros artilugios sonoros ambientó la diverti- da Aparición de fantasmas (Haunted Spooks, 1920) de un Harold LLoyd dirigido por Alfred J. Goulding y Hal Roach. Nueva constatación de que el público del cine mudo, incluso el del más pretérito, no tiene edad y de que los maestros del humor siempre triunfan, en par- ticular cuando están tan bien acompañados. Además, para que los más pequeños pudiesen seguir la trama, contamos con Esther Bentué como explicadora de la película.

Clausuró la intensa mañana del sábado el expre- sionismo y la trama sicológica de Las manos de Orlac (1924) del gran director alemán Robert Wiene (autor también de otra obra maestra del género, El gabinete del doctor Caligari, proyectada en 2002). Paco Boisset se hizo cargo, con su enciclopédico conocimiento y sen- tido del humor, de la presentación de la película. La banda sonora la firmó el prolífico maestro Jaime López a las teclas del piano de Miguel Pemán, un instrumento que cada año se muda de la Posada La Pastora al Salón San Miguel para las Jornadas. Será porque en la posada, como en el resto de alojamientos de la villa, no cabe ni un alfiler en esos días.

Antón García Abril, premio Ramón Perdiguer

La tarde del sábado es el ecuador de las Jornadas y, como tal, fue uno de sus momentos más cálidos aunque no calurosos porque la Fundación Uncastillo, que tan generosamente comparte con nosotros sus instalaciones, no escatimó en aire acondicionado para acomodarnos en el Salón San Miguel, seguramente el único cine románico de cuantos en el mundo existen. Un precioso espacio, aunque (¡ay!) insuficiente de aforo para lo que las Jornadas demandan casi desde sus inicios. Un lujo, en cualquier caso.

Algo más de un centenar de privilegiados espectadores asistimos a la entrega de la segunda edición del Premio a la Pasión por el Cine Ramón Perdiguer, otorgado a un grande de la composición musical, el turolense Antón García Abril. Compositor y músico de referencia, autor de más de 150 partituras para cine y televisión que forman parte de la banda sonora de varias generaciones (La ciudad no es para mí, Sor Citröen, Crimen imperfecto, Los santos inocentes, Los camioneros, El hombre y la Tierra, Fortunata y Jacinta, Ramón y Cajal, Brigada Central…), además de una fecunda e internacionalmente reconocida obra orquestal, de música de cámara y vocal.

En un acto de generosidad que nos conmovió y haciendo gala de una veterana juventud de 86 años de edad, viajó desde Madrid a Zaragoza, muy bien acompañado por su hija Aúrea y su nieta María. En la estación de Delicias les esperaban nuestros vecinos Anabel Fernández y Juan Carlos Nuño, que cuidaron del maestro y su familia como si miembros de la suya fuesen, qué estupenda carta de presentación para las Jornadas y para Uncastillo (¡gracias!).

Llegó así García Abril a una villa desconocida para él, dispuesto a compartir simpatía y sabiduría con nosotros y recoger la serigrafía de Greta Garbo que constituye el premio, reproducción de un original del ilustrador, caricaturista, humorista gráfico y cartelis- ta Manuel Bayo Marín, turolense como él (Teruel, 1908; Zaragoza, 1953). Un premio ‘tan importante como cualquiera de los que me han dado hasta ahora’ y que había aceptado recibir por el ‘valor cultural’ de nuestras Jornadas de Cine Mudo, ‘la originalidad y el esfuerzo’ que reconocía en su creación y en su mante- nimiento a lo largo de los años.

Por lo general, los artistas y personas de altura en- vuelven su grandeza en una sencillez y una cercanía tan sinceras como las que Don Antón nos regaló esos días. Compartiendo escenario con el maestro García Abril, recibieron este año las Bocinas de Piedra de las Jornadas, que cada año tallan los maestros canteros de Olnasa, la Asociación Cultural Obuxo de Javie- rrelatre (Huesca) y su Obuxo Fest, creado también en el ámbito rural y dedicado al cine extraño y de terror (decimoséptima edición en 2018), y el Sitges-Festival Internacional de Cine Fantástico de Catalunya, el festival con mayor trayectoria y proyección de España en el que el cine de terror es protagonista (edición no 52 en 2019). El Obuxo no ha podido celebrarse este año pero confiamos en que en 2020 vuelva a ocupar su sitio en el calendario.

Esa sesión de reconocimientos del sábado la abrimos con la proyección de una pequeña pieza de intriga, Suspense (1913), ejercicio de estilo firmado por Phillips Smalley y la directora norteamericana Lois Weber, considerada la primera mujer en dirigir un largometraje, una pionera del cine como antes lo fue la francesa Alice Guy. Si la pieza era interesante tanto o más resultó el original acompañamiento del zaragozano Gustavo Giménez con su voz, ese prodigioso instrumento natural. El cierre de la sesión de tarde lo puso otro clásico de la literatura de terror, el Dr. Jekyll and Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson, adaptado en el cine como El hombre y la bestia por John S. Robertson con un magistral John Barrymore transfigurándose sin ayuda de maquillaje alguno, sin duda uno de los ‘monstruos’ de la interpretación de la época muda. De esto y otras cosas nos habló en una documentada presentación Fernando Sanz Ferreruela, profesor de la Universidad de Zaragoza que gentilmente cubrió la justificada ausencia de su colega y fiel espectadora de nuestras Jornadas, la profesora Amparo Martínez. Tampoco le hizo falta artificio ninguno al pianista do- nostiarra Josetxo Fernández de Ortega para sumergirnos con su música en la atormentada trama del clásico de Stevenson

Vampiros, fantasmas y mucha música